Sientete en Casa

I
Luego de haber manejado durante casi hora y media sin haber visto ningún señalamiento, y de no tener la menor idea de donde estaba, el tipo finalmente se dio por perdido, y comenzó a hacer el recuento de cómo había ido a parar a ese camino.
No es muy común perderse, para alguien que viaja mucho, y menos aún, perderse camino a casa, en una carretera que se ha cruzado casi diario durante cinco años, y sin embargo, allí estaba, tratando de visualizar por lo menos una señal que indicara el kilómetro donde se encontraba.
Nada.
Es cierto que estaba cansado, y podría jurar que en algún punto del camino se hubiera rendido ante el sueño por lo menos uno o dos segundos, pero ésta carretera no tenía desviaciones o bifurcaciones, y más importante, en sus casi 200 km de extensión, estaba atestada de señalamientos, pozos, teléfonos públicos, y fantasmas cada 5 metros... nada de eso se podía ver aquí, sólo el camino, la línea amarilla y árboles a ambos lados del camino.
Había leido alguna vez que un sujeto manejando había atravesado un espeso manto de niebla y había aparecido en una carretera a casi mil kilómetros de distancia, y durante un rato consideró la posibilidad... finalmente la tachó de ridícula, además de que no recordaba haber visto niebla, y de que todo estaba tan soleado que símplemente no podía haberla.
De pronto manejaba a 120 km/h cerca del kilómetro 69, y de pronto manejaba a 120km/h en medio de un lugar que no conocía.
¿Cuándo cambió?, ni idea, pero no cabían dudas de que en éstos momentos no se dirigía a casa, no sabía ni siquiera porqué seguía manejando, lo sopesó un momento, y decidió parar el auto, dar la vuelta y manejar hasta encontrar la bifurcación, que seguramente, entre sueños, debió de haber tomado mal.
Pero no dio vuelta.
30 metros adelante de donde había aparcado, entre los árboles, había una casa.
Era una casa grande, bonita, hecha de madera, estilo estadounidense, como las que se ven en las películas viejas, un extraño deseo de tocar la puerta y pedir indicaciones se apoderó del tipo.
Tal vez era cierta la historia, tal vez había aparecido a kilómetros de distancia de la carretera, y tal vez ésta era la única oportunidad que tendría en kilómetros de pedir ayuda y de saber dónde estaba.
Se bajó del auto y se dirigió a la casa.
Estaba comenzando a oscurecer, y bajo la luz anaranjada del crepúsculo, la casa parecía más bella e irreal, sin embargo, estaba seguro que no estaba soñando, podía ver todo con claridad, a diferencia de esa extraña cualidad de incorporeidad que tienen los objetos y uno mismo cuando se sueña...
Finalmente llegó a la puerta, y con cierta alarma se dio cuenta de que estaba sólo emparejada, sin llegar a cerrarse del todo.
Claro, – Pensó –  Están en medio de la nada... de qué se preocupan – y tocó el timbre.
No hubo respuesta.
Luego de tocar varias veces, decidió que los ocupantes debieron de haber salido, y estaba a punto de regresar al carro y probar suerte regresando por donde había venido, cuando dentro, muy dentro de la casa, un teléfono comenzó a sonar...
En cualquier otra circunstancia, el hecho no hubiera provocado la menor reacción en él, pero ésta casa tenía un magnetismo, un algo irresistible que lo invitaba a pasar, casi se sentía en su propia casa, y sentía que esa llamada era para el.
Su parte razonable le decía que no fuera... "¿y si llegaran?", pero finalmente terminó cediendo ante la tentación y entró.
Esa sensación de familiaridad siguió creciendo, casi sabía lo que se encontraba en el refrigerador. El teléfono seguía sonando, no tuvo ningún problema en encontrarlo...
Al descolgar, una voz femenina, como de una señora mayor, preguntó por él, luego de corroborar la identidad del tipo, lo saludó afectuosamente, como a un familiar de quien no se ha sabido en mucho tiempo...
Él estaba tan asombrado, que siguió la conversación de la señora con tanta naturalidad como la de ella, se sentía tan en casa, hablando con alguna tía, o ¿por qué no? Tal vez incluso con su madre...
"No, no... espera... mi madre murió hace 10 años" – De pronto se oyó decir, la mujer del otro lado de la línea se quedó callada, de pronto dijo, en una voz algo turbada: "pero soy tu madre, cariño... ¿no quieres venir a verme?, te hablo desde el sótano... ven, te he extrañado tanto...la casa ha estado muy sola desde que te fuiste"
De pronto todo cobró sentido...
El había crecido en esa casita, por eso le resultaba tan familiar... pero sabía que 10 años atrás se había quemado, su madre adentro... se había quedado encerrada en el sótano, mientras checaba los fusibles que se habían quemado, un corto circuito había comenzado un incendio...
Mientras gritaba, y arrojaba el teléfono, una voz que cada vez se parecía menos a la de su madre comenzó a recitar:
"¿Pasarás a mi salita?, la araña dijo a la mosca, es la sala más hermosa que tus ojos hayan visto, el camino hacia ella, es una escalera en caracol, y hay muchas cosas allí que enseñarte quiero yo..."
El tipo corrió, pero el piso comenzó a agrietarse, en un instante, no había casa, solo un gran abismo negro a donde había caido. Abajo, una voz monstruosa seguía recitando:
"¡Cuán diáfanas son tus alas, cuán brillantes tus ojos! Tengo un espejo en las estanterías de mi casa, y si subes por un momento, querida, lo observarás por tí misma"
Un ruido sordo golpeó sus oidos, y comprendió que de allí no había salida...
Estaba húmedo y tibio, y las paredes estaban recubiertas de una cosa pegajosa, la voz seguía rugiendo, ahogada en extrañas carcajadas:
"La araña se dio vuelta a su alrededor, y se fue a su caverna, sabía que la tonta mosca volvería de nuevo pronto: Así que tejió una sutil red, en una pequeña esquina disimuladamente, y preparó la mesa para dar de comer a la mosca."
Mientras gritaba, el tipo vislumbró algo negro que se movía en la oscuridad... se acercaba a él y cantaba:
"Ven hacia mí, hacia mí, preciosa mosca, con tus alas plateadas como perlas; Tu manto es verde y púrpura-- hay una cresta en tu cabeza; ¡Tus ojos son como diamantes brillantes, pero los míos son insulsos como plomo!"
Algo negro y baboso se enrolló sobre su cuello, el sujeto gritó hasta perder el aliento... los ojos de la cosa resplancecieron un momento mientras desprendía la carne de los huesos.
"¡Ay, ay! cuán pronto esta pequeña mosca, escuchando  estas voluntariosas y aduladoras palabras, vino lentamente con un paso fugaz; con alas zumbantes, se elevó, más y más cerca cada vez, pensando solamente en sus ojos brillantes, y en su verde y púrpura matiz--Pensando solamente en la cresta de su cabeza--pobre cosa tonta!"
"Al final, la astuta araña saltó ferozmente y la sujetó rápido. La llevó por su escalera, hacia su lúgubre guarida, Dentro de este salón--¡y ella jamás salió de aquí!"






II
Encontraron el auto aparcado cerca del kilómetro 146 de la carretera, estaba cerrado y las llaves no estaban. Pudieron rastrear unas cuantas huellas de zapatos, que se dirigían a una pequeña colina en un claro del bosque, donde sólo encontraron dos cosas: los restos de un viejo pozo, sellado 50 años antes y cubierto de tierra...
Y una gran pila de huesos humanos cubierta por la vegetación, encima de la cual se encontraron las llaves del carro aparcado a 30 metros de distancia...